Por el Dr. Emilio Zermeño Torres

En números anteriores de este rotativo se enfatizó la importancia de que los jóvenes fuesen muy precavidos en su comportamiento sexualSe insistió en que las únicas formas de quedar protegidos contra enfermedades de transmisión sexual, en especial contra el SIDA, y oin008tras consecuencias indeseables de las relaciones sexuales, son la abstinencia sexual, la práctica de relaciones sexuales solo con una pareja no infectada, la práctica del sexo seguro y la práctica del sexo protegido. Sin embargo, cobra pertinencia en este momento tratar el tema de la sexualidad en sí misma, motivo del presente artículo.

Es de obvia importancia tratar este tema sobre todo en los tiempos que vivimos, porque a la sexualidad se le dedica una buena parte de tiempo, se habla sobre ella indefinidamente, se piensa mucho en ella y se presenta como una de los negocios más lucrativos e inmorales de la época moderna. Tanto la pantalla chica como la grande han sabido usufructuar con creces sus ganancias gracias a la comercialización directa o indirecta de una de las necesidades primarias que con mas divertimiento y placer ha sabido explotar el ser humano. Aún más, hablar de sexualidad implica para muchos hablar de valores y hablar de moralidad. Y en la época moderna hablar de sexualidad es casi automáticamente hablar de enfermedades y hablar de SIDA.

La sexualidad es un tema que despierta mucha polémica ya que existe un amplio espectro de enfoques o paradigmas sobre ella. En los extremos de este abanico se encuentran, por un lado, los enfoques más conservadores, fundamentados en concepciones estoicas, ascéticas y religiosas. Desde esta perspectiva, la sexualidad es considerada como una actividad con objetivos puramente de conservación de la especie; su ejercicio debe ser circunscrito solamente con esos fines y con determinadas personas. Además, quien ejerza la sexualidad fuera de estas normas es fuertemente sancionado social, moral e incluso legalmente. Y quien elija voluntariamente no ejercerla, puede ser considerado como mejor o más virtuoso.
Este enfoque tiene también fundamentación en el modelo dualista cartesiano que considera al ser humano como un ser compuesto de dos estructuras que aunque coordinadas, están separadas. Alma o psique y cuerpo o soma conforman al ser humano, pero el alma es la estructura fundamental y directriz. El cuerpo, que representa las pasiones y necesidades del individuo, es desdeñado y debe ser controlado incluso mediante el castigo. Los promotores más importante de este paradigma han sido algunas instancias religiosas que, a través de la indoctrinación directa y de las familias, intentan influir sobre la socialización y conformación moral de niños y adolescentes.

En el extremo contrario, se encuentran los enfoques sobre sexualidad más liberales basados en un hedonismo a ultranza, característico de la época moderna. La naturaleza ha provisto al ser humano no solo de la capacidad de satisfacer esta necesidad primaria, además le ha dado la capacidad, como especie única, de disfrutar de su sexualidad y como toda propuesta hedonista, hay que procurar a toda costa su satisfacción. En este contexto, el amor aparece como un anacronismo peligroso, porque el amor implica compromisos y por ende restricción de la libertad. No se habla de virtudes, pero se reconoce y aprecia al hombre más seductor y a la mujer más conquistadora. Aprender a disfrutar sensual y eróticamente se convierte en una finalidad en sí misma.

Parte de la fundamentación de este paradigma se encuentra en el materialismo. Así como los conservadores desdeñan el cuerpo, éstos menosprecian el espíritu. Lo único que importa y que existe es la materia, el cuerpo, sus necesidades y tendencias hedónicas. Este paradigma ha cobrado fuerza y mucha influencia en los jóvenes debido, en gran parte, a la arrasadora y masiva propaganda vertida mediante el cine, la televisión y su moderna tecnología.

Estos son los dos paradigmas o escenarios extremos de la sexualidad. Por supuesto, existe toda una gama de posiciones y enfoques intermedios que son determinados consciente o inconscientemente en cada persona por los valores internalizados durante su socialización. Recuérdese que actualmente gran parte de esta socialización se lleva a cabo mediante los medios modernos de comunicación, en especial, cine radio y televisión, fuertes competidores de la socialización familiar.

Sin embargo, la preguntas que se imponen son ¿cual es mi paradigma personal? ¿Cúal es mi postura respecto a la sexualidad?¿qué paradigma debo adoptar yo y en qué valores debe estar fundamentado?¿estoy en lo correcto?

Escuetamente y sin el afán de valorizar más un punto de vista que otro, se afirma que cualquier paradigma o postura es respetable. Como afirman Gotwald y Golden (1983: Sexualidad. La Experiencia Humana. México D.F.Trillas,1983): «…Nunca ha habido, y probablemente nunca habrá, un código único de normas sexuales en que coincidan todos los segmentos de nuestra cultura. Lo que puede afirmarse con certeza sobre el futuro es que no podemos prever u ordenar lo que sucederá. Sin duda la mayor franqueza sobre las relaciones sexuales, la nueva tecnología sexual y los cambios en los papeles sexuales afectarán las actitudes y conductas sexuales en el futuro. Todo lo que sabemos con certeza es que seguirá la evolución sexual» (pag. 12). El ejercicio de la sexualidad es respetable siempre y cuando no transgreda el derecho de los demás y no me haga daño a mi mismo. El ejercicio de la sexualidad es adecuado en la medida en que se mantenga dentro de ciertos parámetros designados por valores y principios que más que fundamentados en una religión en específico, lo están en los valores y principios de la naturaleza humana. Algunas características o valores con respecto a la sexualidad que a juicio del autor debe incluir el paradigma personal, son las siguientes:

* Una relación sexual debe implicar responsabilidad. El acto sexual debe ser un acto responsable y decidido conscientemente y no solo producto de las necesidades sexuales y la pasión del momento. Se deben tomar en cuenta las posibles consecuencias que sobre uno y la otra persona u otras personas puede tener esa relación sexual. Las consecuencias no solo pueden ser biológicas (embarazo, enfermedades, etc.), sino también psíquicas y sociales (culpas, problemas emocionales, heridas psicológicas a sí mismo o a otros, etc.). El llevar o no a cabo una relación sexual debe estar basado en un código ético (personal) y no en ascetismos adquiridos culturalmente.

* Una relación sexual debe estar basada en una relación honesta. No debe haber engaños físicos, psicológicos o emocionales, ni manipulaciones de ningún tipo. Muchos jóvenes pretenden externar un amor o compromiso que no existe con tal de lograr la conquista sexual de su compañera, y muchas jóvenes, quizá incluso inconscientemente, se sienten motivadas a la relación sexual, más que por la necesidad sexual en sí misma, por anhelos románticos, deseos maternales, deseos de aceptación, entusiasmo, sentimientos sexuales, enojo, miedo etc.

* Una relación sexual debe estar basada en el respeto. Respeto a sí mismo, al propio cuerpo , a las emociones, a los propios principios y valores; y en el respeto al cuerpo, a las emociones, a los principios y valores del compañero o compañera, a las emociones, a los principios y valores de la otra persona.

* Una relación sexual debe estar basada en el entendimiento y la comunicación franca y transparente de la pareja. El y la joven deben dialogar y discutir razonadamente (y en una forma directa y sin tabúes) la conveniencia o inconveniencia de tener relaciones sexuales. Esta discusión se debe dar en el marco de referencia del respeto de los propios valores y los valores de la otra persona involucrada. Si esto no se da, la pareja será sorprendida fácilmente por la pasión durante el juego sexual.

Desde el punto de vista humano, estos son los ingredientes o valores imprescindibles que debe observar toda relación sexual y que garantizan no herirse a sí mismo o no herir a la otra persona. Sin embargo, se menciona un quinto elemento que a su vez que puede facilitar el que se den los valores anteriores, convierte una relación sexual en trascendente y sumamente gratificable. Nos estamos refiriendo a la relación afectiva y al amor. Y más que nada, se hace referencia no al amor apasionado, al amor ciego, sino al amor de compañeros que incluye una creciente sensación de intimidad, confianza mutua, compromisos mutuos y equitativos, deseo de que el compañero tenga una vida satisfactoria y un juicio realista de los atributos del compañero(a). Todos estos ingredientes fortalecen en la pareja el compromiso de continuar juntos.

Desde esta perspectiva se puede apreciar porqué no debe ser trivial comprometerse en una relación sexual. Como se puede observar, la sexualidad implica responsabilidad, honestidad, respeto, comunicación, y si no amor, cuando menos una relación de cariño y simpatía por la otra persona. El sexo debe implicar una apertura total y fusión íntima entre dos personas, y el adolescente, y todavía muchos jóvenes, son los menos capacitado en estas virtudes. Además, el sexo adquiere mayor significado y trascendencia, y se convierte en más satisfactorio, cuando se ha alcanzado un grado estable de madurez social y emocional.

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