¡Muchas felicidades!
Por el Dr. Emilio Zermeño Torres

Nunca como en esta época del año se desean y se reciben «tantas felicidades». Por ello me gustaría analizar más a fondo qué implica hablar de la felicidad. No pretendo abarcar el tema desde la perspectiva cristiana pues amén de que no es mi especialidad, mucho se nos ha explicado ya mediante las homilías en estas festividades.Sí en cambio deseo enriquecer este concepto mediante las investigaciones de psicólogos que se han dado a la faena de enriquecer e investigar el tema de la felicidad. Y cuando digo psicológicamente me refiero a que el tema no es abordado poética, literaria o filosóficamente, en forma abstracta, sino en una forma concreta y específica de modo que sus explicaciones concluyen en prescripciones psicológicas de cómo ser felices o qué evitar para ser menos infelices.

En general, desde la perspectiva psicológica se considera fe001que la felicidad es un acto de autoconciencia que brota de la valoración mental que la persona hace de sí misma y sus circunstancias. Es decir, la felicidad es una actitud mental provocada por las valoraciones que la persona hace de sí misma en relación a lo que le rodea y que concluyen en un estado de bienestar subjetivo. Entonces la felicidad no estriba en última instancia ni en mi organismo, ni en mis circunstancias de vida. Puede ser igualmente feliz aquél que sufre atacado por un cáncer terminal, como aquél que se encuentra con las peores privaciones materiales. Ejemplos elocuentes los encontramos cotidianamente en hospitales y personas de muy bajos niveles socio-económicos.

Las vidas de muchos santos y de personas virtuosas son también ejemplos convincentes. Mihaly Csikszentmihalyi, (1999* ) se pregunta en su elocuente artículo ¿Porqué la gente del afluente capitalismo se ha convertido en más y más adicta a drogas para dormir, para estar despierta, para estar esbelta, para escapar del aburrimiento y la depresión? ¿Porqué el suicidio y la soledad se han convertido en tan graves problemas en Suecia, país que ha aplicado lo mejor de los principios socialistas para ofrecerle seguridad material a su gente? El mismo Mihaly documenta investigaciones que indican que no existe correlación entre el bienestar de un país (medido por su producto interno bruto) y la felicidad autoreportada por sus habitantes. Así, los habitantes de Alemania y Japón, naciones cuyo producto internos bruto es el doble que el de Irlanda, reportan mucho más bajos niveles de felicidad. En otras investigaciones también encontró que algunos de los individuos más ricos de Estados Unidos no reportan niveles de felicidad superiores a los de los ciudadanos promedio, y que personas ganadoras de la lotería tampoco expresan mayor felicidad que incluso aquellos afectados por un trauma como una paraplejía o ceguera. Otro estudio más citado por Csikszentmihalyi concluye que de una muestra representativa de 1000 adolescentes americanos existía una correlación negativa entre el bienestar material y el bienestar subjetivo. Es decir, los niños de los estratos socioeconómicos más bajos reportaron la mayor felicidad y los niños de la clase media alta reportaron los índices más bajos de felicidad. A mayor nivel socioeconómico, menores índices reportados de bienestar subjetivo. De la definición que hemos dado de felicidad y de las investigaciones revisadas al respecto podemos resaltar algunas conclusiones. En primer lugar está claro que la felicidad no es un objeto, una cosa, un sitio o una persona. Malamente nuestra cultura hedonista nos ha enseñado que la felicidad se encuentra en el placer y éste a su vez debe lograrse mediante la adquisición de bienes materiales y en última instancia a través del dinero. Pero la felicidad es un estado interno y no precisamente provocado por recompensas materiales como se ha ya demostrado. La felicidad no puede derivarse tampoco de la fama, el poder o de otra persona. La fama, el poder, otra persona y aún el dinero, pueden ser instrumentos para lograr la felicidad, pero la felicidad solo la podemos encontrar en nosotros mismos.
Termino estas primeras reflexiones sobre la felicidad citando a Mateo Andrés* :

La dicha o felicidad no es un objeto que pueda darse o recibirse; es un estado interior que tiene que crearse. Lo que engendra la dicha no son los acontecimientos ni los placeres, ni los espectáculos, sino un especial estado de ánimo que comunica a los sucesos su aliento.

Y es la duración de este estado, y no de los acontecimientos, lo que deseamos.

* Csikszentmihalyi, M. (1999). If We Are so Rich, Why Aren´t We Happy? American Psychologist.

Vol.54 No. 10.821-827.

* Andrés M. (1998). El Hombre en busca de Felicidad. Reflexiones psicológico-espirituales sobre la felicidad humana. República dominicana. MSC.

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